Sentado en mi cama, completamente desnudo, solo su guitarra cubría su cuerpo. La abrazaba muy de cerca, con tal familiaridad que por un momento casi sentí celos de ella.
Los imaginé juntos, con sus dedos expertos rozando las cuerdas de ella, haciéndola vibrar y estremecer, entonando juntos infinidad de melodías. Lo imaginé sonriendo y cerrando los ojos mientras sus manos y su memoria musical inundaban habitaciones y escenarios. ¿Cuantas historias no tendrían juntos? ¿Cuanto arte no habría creado con ella entre sus brazos? Me sentí palidecer junto a ella.
–Hey, voy a cantarte algo que escribí para ti– me dijo de repente arrancándome de mis pensamientos, una sonrisa debió haber iluminado mi rostro, porque sus ojos me miraron fijamente mientras sus manos creaban música. Y en ese instante olvidé todos mis celos y me perdí en su magia.