Mirar el mar de noche me lleva inevitablemente a recordar sus ojos, igual de oscuros, profundos y misteriosos. Capaces de tanta dulzura, de tanta pasión.”Me sonríes con los ojos” me dice el acusadoramente mientras me sonríe y desliza sus manos hacía mi marcada cintura, y yo, yo que adoro perderme en los suyos me dejo llevar. Perderme en sus ojos y encontrarme entre sus brazos es ahora mi mayor anhelo.
Las olas impetuosas estrellándose siempre contra la costa traen a mi memoria su rizado y espeso cabello oscuro, ese en el que me encanta hundir mis dedos mientras riendo acerco su rostro al mío dispuesta a besarlo hasta quedarme sin aliento.
Y sus manos, sus manos de músico, capaces de un tacto tan suave, tan tierno, tan provocador. Sus manos me acarician igual que la brisa nocturna del mar, erizando mi piel, haciéndome estremecer.
No te alejes de mi mar, y tú, tú por favor, tampoco.
¡Ese mar campechano!, este me recordó a una canción cuya estrofa inicial inicia así:
Quiero enseñarte un camino en el mar
Un lugar donde nadie ha podido llegar
Donde el viento es amigo
La brisa un suspiro
Que abraza tu cuerpo, pequeña, al pasar…