Venía con la mirada absorta en la ventana del avión, solo una hora más y habría llegado a mi destino. Me perdía entre las nubes del cielo al atardecer y dejaba divagar mis recuerdos.
Me puse a preguntarme cuales serían las estadísticas de los accidentes fatales de avión, con eso de que ha habido varios últimamente. Bueno, es un vuelo super ordinario, me dije a mi misma a modo de consuelo.
Pero un nudo empezó a formarse en la boca de mi estómago. Si supiera que voy a morir ¿Que haría? Lo primero obviamente sería llamar a mi familia, por supuesto. Pero lo segundo que paso por mi mente sería llamarte a ti también.
Llamarte y decirte: “¿Sabes? De lo único que me arrepiento es de no haber tenido antes el valor de decirte que estoy enamorada de ti”.
Y mientras todos estos pensamientos nublaban mi mente, mis ojos se nublaron de lágrimas que amenazaban con escabullirse de mis ojos. Fui fuerte, las contuve y aprisioné en mis ojos oscuros.
Entonces una grabación me sacó de mi ensimismamiento para anunciar que comenzábamos el aterrizaje y supe, que hoy tampoco te lo diría. Cobarde.
Que final tan contundente.
Gracias Daniel, por tu comentario y por leerme.
Si, a veces así acaban los pensamientos, con crítica hacia las acciones que nos atrevemos o no, a hacer.
Saludos!
Muy buen relato, contundente y parco pero en buen sentido, tajante. Me causó risa el consuelo del avión, y a veces cinco minutos bastan para soñar toda una vida, o un amor y todo lo que pudimos decir o lo que no.
Muchas gracias Julio, un abrazo.