Te miraba tendida en mi cama, desnuda y perfecta. Una radiante sonrisa de dientes blancos iluminaba tu rostro. Pero lo que te hacía perfecta, es que eras mía. Pero no, no era porque te acabara de hacer mía entre esas sabanas arrugadas, no. Te supe mía desde aquella tarde de otoño cuando nuestras miradas se… Sigue leyendo Mía