Tenía yo un corazón hostil y abandonado
que a fuerza de desventuras
se sentía unas veces marchito,
y otras veces tan seco
que si el viento soplará
fuerte se lo llevaría lejos muy lejos,
sin raíces fuertes que lo arraigaran a mi pecho,
sin ganas mías de intentar evitar que se cayera
y rompiera en cientos o miles de pedazos,
imposibles de recomponerse.
Entonces llegaste tu,
me llenaste de energía con la calidez de tu ser,
la sinceridad de tus palabras y la dulzura de tu mirada.
Me has renovado,
te quiero.
No solo por eso,
pero así es, te quiero.
A ti hombre que tanto espere,
compañero de mi vida,
creí que jamás llegarías,
y aquí estas, demostrándome,
para mi gusto, mi equivocación,
a ti que me complementas, me renuevas,
y te quiero.